Comentario
Alfredo Jimeno Martinez
Universidad Complutense de Madrid.
LA RESISTENCIA NUMANTINA ENTRE EL SÍMBOLO Y LA HISTORIA
Numancia, inseparable de los campamentos romanos y del cerco de Escipión, no es sólo un yaci-miento arqueológico, ya que la resistencia numantina es un referente universal de la lucha de un pueblo por su libertad o de la victoria del débil contra el fuerte por eso ha sido utilizada como símbolo por todas las ideologías a lo largo de la Historia (Torre, 1998: 193). La actitud de los numantinos impactó de tal manera en la conciencia de los conquistadores, que éstos a su vez se sintieron conquistados por la causa numantina, como lo demuestra el hecho de que Numancia sea la ciudad celtibérica más citada en las textos clásicos, siendo glosada su resistencia y final heroico hasta la exaltación, proporcionándole de esta manera una dimensión universal.
Tras la pérdida de la ubicación de Numancia, a partir del siglo vn (la última referencia clásica corresponde al Anónimo de Ravena), los Reyes de León indican que sitúan Zamora, la capital de su reino, sobre la antigua Numancia, buscando bases interesadas de identidad para su reino y la nueva ciudad en el pasado indígena. A pesar del desconocimiento de su situación y características arqueológicas, ya Lipsio realiza, en el siglo xvi, la primera recreación gráfica de Numancia, como una ciudad medieval amurallada circularmente y con el cerco de Escipión (Schulten, 1927: tafel 1,1) (fíg. 1 A). La siguiente referencia gráfica es el croquis topográfico de Lope-rráez, de finales del siglo xvm, en el que sitúa los restos visibles del yacimiento, pero representando el cerro de forma circular, rodeado de tres círculos concéntricos, aparentemente resaltados, que recuerdan el dibujo de Lipsio (Loperráez, 1788) (fig. 1 B).
En la difusión del conocimiento y la idea de Numancia tuvo gran incidencia la publicación de dife-rentes síntesis históricas donde se divulgaban las noticias conocidas acerca de la gesta numantina, como las de Ceán Bermudez (1832), "Sumario de las Antigüedades Romanas que hay en España" y el "Diccionario Geográfico-Histórico de la España Antigua" de Cortés y López (1836). A esto hay que añadir la influencia que ejercerán los manuales de Historia de España, como el del Padre Mariana, reeditado en 1828, que servirá de base literaria a la pintura y representaciones históricas del siglo xrx (Quesada, 1994: 37; Torre, 1998: 198-200), que transmitirán una imagen de Numancia y de su gesta frente a Roma totalmente idealizada, como se aprecia en el cuadro sobre "El último día de Numancia" de Alejo Vera, de 1881, que será el más célebre de los realizados y que será sistemáticamente reproducido en los libros de texto (Apraiz, 1963; Torre, 1998).
Pero será Eduardo Saavedra el primero que demostró científicamente la ubicación de Numancia en el cerro de La Muela de Garray, en un trabajo premiado por la Real Academia de la Historia (Saavedra, 1861). Como ingeniero encargado del estudio de las carreteras de la provincia de Soria, recogió las noticias de la vía romana número 27 del Itinerario de Antonino, en el tramo de Asturíca a Caesaraugusta y más concretamente en su recorrido Uxama-Augustobriga, lo que le llevó a realizar algunas catas en 1853. A partir de estas investigaciones los trabajos arqueológicos se sucedieron en la Ciudad. Las primeras campañas oficiales se acometieron de 1861 a 1867 por una Comisión de la Real Academia de la Historia (Delgado et alii, 1877: 55-58). Estos informes posibilitaron que el cerro de La Muela fuera declarado Monumento Nacional el 25 de agosto de 1882 (limeño et alii, 1990).
LA CONQUISTA ROMANA DEL ALTO DUERO
Los ejércitos romanos en la conquista del interior peninsular establecieron sucesivas líneas de fronte-ra. Los avances romanos se realizaron bordeando las elevaciones del sistema ibérico y central, para alcanzar Calagurris (Calahorra), en el 188-187 a.C., aguas arriba del Ebro, y disponer su base en los extremos de Corbion y Segeda (El Poyo de Mará, Zaragoza). En un segundo momento, la Batalla de Mons Chaunus (Moncayo) y la toma de Complega, en el 179, lleva al tratado de Graco, estableciendo una nueva ciudad, Gracurris (en el yacimiento de Las Eras de San Martín), en la desembocadura del río Alhama, para proteger la frontera del territorio conquistado.
La zona controlada por Roma no sobrepasaba Segeda, quedando todavía fuera del control romano el Alto Tajo, alto Jalón y Alto Duero. La relativa estabilidad permitió a Roma el control del territorio, apoyándose más en determinadas ciudades celtibéricas a las que les concederá la prerrogativa de acuñar moneda, como Secaiza, identificada con Segeda (situada en El Poyo de Mará, Zaragoza), y un segundo grupo encabezado por Areicoraticos (probablemente en Muro de Agreda, después Augustobriga) serán los apoyos del ejército romano para continuar la conquista del interior del sistema ibérico (Burillo, 1998: 236-250).
La línea de frontera establecida por el tratado de Graco se verá alterada con el inicio de la Guerra Celtibérica, a partir del 154 a.C., desencadenada por la ciudad de Segeda. Esta ciudad procedió, en el 154 a.C., a la construcción de una nueva muralla y a la ampliación de su recinto, que respondía a una remodelación de su territorio, ya que estaba congregando en la ciudad, de grado o por la fuerza, a los pobladores de los alrededores. Roma interpretó que estas actuaciones contravenían el tratado de Graco, por lo que envió un ejército al frente de Nobilior, viéndose los segedenses obligados a buscar refugio en Numancia, lo que hace suponer que esta ciudad había sido fundada hacía poco y todavía estaba en pleno momento de incorporación de gentes.
Esta primera fase de la guerra celtibérica (entre el 154 y el 150 a.C.) se desarrolla entre el Jalón medio y el Alto Duero, ya que en esta zona se ubican las ciudades identificadas, como Segeda, Nu-mancia y Nertobriga, aunque no han sido localizadas Axinio y Ocilis (no es aceptable su reducción a Medinaceli). Esta fase de la guerra, que termina en el 150, permitió el control del Jalón (fig. 2).
En un segundo momento de la guerra celtibérica (143-133) se citan Pallantia y Numancia, que según Mela, eran las más florecientes de la Tarraconense. Las campañas de Mételo entre 143-142, según Apia-no, consiguieron someter las ciudades arévacas, a excepción de Termes y Numancia. Floro menciona a Nertobriga, en la zona del Jalón medio y también a Contrebia (Contrebia Leucade, en Inestrillas, Rioja) y Centobriga sin ubicación concreta. Apiano, refiriéndose a la campaña poco afortunada de Pompeyo, realizada entre 141-139 en el Alto Duero, cita a Numancia y Termes, así como Malia y Lagni, en los al-rededores de Numancia, pero sin que hayan podido ser ubicadas.
Cada vez más la guerra se centra sobre Numancia, así la campaña de Mancino, en el 137, se desarrolla sólo sobre esta ciudad. Aunque posteriormente las campañas de Lépido y Pisón, entre el 137-134 se trasladan a Pallantia. Finalmente, en la campaña de Escipión, entre 134 y 133 a.C., se habla del regreso a Numancia por el territorio de Coca y se cita también la ciudad de Lutia (situada a unos 57 km. de Numancia), a donde el jefe numantino Retogenes acude en busca de ayuda, tras burlar el cerco escipiónico, pero no conseguirá evitar el fin de la resistencia numantina, llegando el control romano hasta la línea de Termes, dejando todavía sin conquistar el occidente arévaco, que tendrá lugar en el 98 a.C. cuando Tito Didio tome esta última ciudad.
El establecimiento de una línea de frontera desde el Ebro, continuando el entorno oriental del Sistema Ibérico, con ciudades de apoyo, como Gracurris y Segedá y Arecoratas, a uno y otro lado del Moncayo, permite entender mejor el avance sobre Numancia y el Alto Duero. Estas ciudades como bastiones principales están situadas estratégicamente para controlar las principales vías de acceso desde el Ebro a la Meseta, ya que en la zona de Arecoratas (probablemente Muro de Agreda) confluyen las caminos que comunican el Ebro medio con la Meseta, uno a través del Queiles y otro a través del Albania. Por otro lado, Segedá representaba el control de los accesos a la Meseta a través del Jalón y desde el Mediterráneo, por el Jiloca.
Este panorama permite entender mejor la situación del campamento romano de Renieblas, junto a Numancia, y hacer algunas consideraciones al planteamiento de Schulten. Este autor diseñó una única ruta de acceso, ya que después de la huida de los habitantes de Segedá a Numancia, indica que Nobi-lior siguió Jalón arriba y organizó un depósito en Ocilis, ciudad que situó por homofonía en Medinaceli. Desde aquí al campamento de Reniehlas, junto a Numancia, hay unos 80 km., que representaban cuatro días de marcha. Schulten condujo a Nobilior por la meseta de Almazán, divisoria de las vertientes del Jalón y el Duero. Después de dos días de marcha (pasaría la primera noche en un supuesto campamento de enlace en Adradas) Nobilior llegaría al campamento del Guijar de Almazán, sobre el Duero, que era sólo de verano (unas 40 ha). Sitúa el siguiente campamento a una jornada en Ribarroya, a 20 km., sin que se hayan detectado restos. Prosiguiendo su marcha se desviaría del Duero para entrar en un pequeño afluente, el río Baldano, a lo largo del cual corría el camino más corto hacia El Talayón de Renieblas, donde ubicó su campamento, a 7 km. de Numancia. Pero la utilización y apertura de esta ruta por el ejército romano queda hipotecada por la imposibilidad de situar Ocilis en Medinaceli (se desconoce su situación) e, incluso, se ha planteado su identificación con Segontia (Pastor, 1996: 221-226). Habría que buscar Ocilis en una línea de comunicación más directa que pusiera en contacto Nertobriga, Segedá y Numancia, sin necesidad de dar la vuelta por Medinaceli, pudiendo servir como referencia el campamento de Almazán (Pastor, 1996: 222)
La elección y ubicación del campamento del Talayón de Renieblas resulta más entendible, si valoramos que se halla en la bifurcación de dos caminos que se dirigen al Ebro, base de operaciones de los romanos: el uno a Calagunis, el otro a Balsio, y por tanto podía ser reforzado no tanto desde el Jalón, sino sobre todo desde el control que suponía Arecoratas en la línea de frontera, conectada más directamente con esta zona; sobre todo cuando había fallado en la zona del Jalón uno de los bastiones esenciales de la frontera como era Segedá, que pronto será sustituida por Roma con la construcción de una nueva Segedá (Burillo, 1994).
REFERENTES ARQUEOLÓGICOS DE LA PRESENCIA MILITAR EN EL ALTO DUERO
Los trabajos de Schulten siguen siendo la referencia cuando tratamos de abordar el tema de la con-quista y control romano de esta zona (Schulten, 1927, 1929 y 1945). Los campamentos conocidos, tanto en el entorno numantino, como los localizados en el territorio próximo, pueden ayudar a conocer los caminos de penetración de los ejércitos romanos desde el valle del Ebro y el Jalón. A finales de los sesenta, se realiza la revisión del campamento de Almazán por Gamer y Ortego (1970), que rectifican en parte el trazado del campamento dado por Schulten, pero coincidiendo en su atribución cronológica con las Guerras Celtibéricas, apoyándose en la presencia de materiales similares a los de los campamentos del entorno de Numancia (fig. 2). Más recientemente, se ha publicado el hallazgo de un posible campamento en el lugar de Las Canteras, situado a kilómetro y medio al Noroeste de Medinaceli, que debió estar vigente en la segunda mitad del siglo i a.C., como parece atestiguarlo el hallazgo de un dénario fechado hacia el 49 a.C. (Pastor, 1996: 216-221).
Estos campamentos se han ordenado en tres momentos de acuerdo con las referencias aportadas por los textos clásicos sobre los conflictos bélicos. Un momento antiguo del siglo n a.C., marcado por la campaña de Catón en el 195, reflejado en los campamentos de Alpanseque y Renieblas II (no es seguro que Catón llegara hasta Numancia). Un segundo momento centrado en las Guerras Celtibéricas, entre el 153 y 133 a.C., con el campamento III del Talayón de Renieblas y el del Quijar de Almazán, así como el conjunto de campamentos y fuertes del cerco de Escipión en tomo a Numancia (fig. 2). Finalmente, otros campamentos, como el IV y V de Renieblas, fueron atribuidos a las Guerras Sertorianas, en torno al 75 a.C., pero existen datos de su ocupación en las Guerras Celtibéricas.
Los trabajos de Schulten fueron duramente criticados por Santiago Gómez Santacruz (1914), pero su publicación y los argumentos contenidos en ella no consiguieron superar el marco de difusión internacional de los trabajos de Schulten, por lo que éstos han sido referencia constante a la hora de abordar el tema de la presencia militar romana en esta zona, bien a través de las publicaciones originales o a través de la síntesis realizada por Schulten de sus trabajos, o de la excelente recopilación de Taracena (1941) en su Carta Arqueológica, donde cuestiona algunas apreciaciones cronológicas, realizadas por el investigador alemán.
A lo largo de los años setenta destacan diferentes trabajos monográficos, centrados en la revisión de los hallazgos monetales, como los de Ramagosa (1972), que catalogó la moneda indígena o el trabajo sobre el conjunto de las monedas de los campamentos de Hildebrandt (1979), de gran profundidad y que proporciona información para situar el campamento V de Renieblas en relación con las Guerras Celtibéricas y no con las Sertorianas, en contra de lo apuntado por Schulten, y que arrastra a su vez al campamento IV, anterior a aquél, fechado por el investigador alemán en el mismo momento. Sobre la importancia de este trabajo y sus aportaciones, así como sobre la presen-cia militar romana en el Alto Duero hay que destacar el excelente trabajo de Romero Carnicero (1992) sobre la romanización en la provincia de Soria.
A la revisión y estudio de las monedas de los campamentos, siguieron las de otros materiales conservados en el Rómisch-Germanischen Zentral-Museum de Maguncia, como donación de A. Schulten, llevados a cabo por E. Sanmartí, sobre los materiales cerámicos. Este autor acometió la revisión de estos materiales en 1981, y comprobó que eran menos abundantes y menos representativos de lo que cabía esperar, habiéndose recogido bastante al azar, y quedando relegada la cerámica por la importancia concedida a la recuperación de los elementos metálicos, sobre todo las armas y otros pertrechos militares (Sanmartí, 1985 a y b).
Sanmartí pudo comprobar que los materiales cerámicos seleccionados por Schulten eran muy desiguales y presentaban carencias muy notables, sobre todo en lo relacionado con las ánforas, por lo que para abordar su estudio global era necesario ampliar su escasa y desigual información con la recuperación de nuevos materiales en los campamentos excavados a principios de siglo. Tras la exploración y el conocimiento directo de todos y cada uno de los campamentos del cerco escipiónico, a lo largo de 1982 y 1983, para conocer sus posibilidades, llevó a cabo una prospección para la recogida de materiales en el campamento de Peña Redonda por ser el más idóneo (Sanmartí, 1985 a).
Estos trabajos se concretaron en el estudio de las ánforas (Sanmartí, 1983 y 1985), destacando la importancia de los campamentos para establecer la cronología de estos objetos cerámicos, especialmente cuando se trata de campamentos monofásicos, como Peña Redonda, con fecha final en el 133 a.C., aportando una precisión cronológica inestimable. Una segunda publicación abordó el estudio de las cerámicas de importación, itálicas e ibéricas (Sanmartí y Principal, 1997), que además de concretar la documentación de los campamentos del cerco numantino, proporciona una rica información sobre la alimentación y el uso de la vajilla cerámica en la milicia de época republicana para el siglo II a.C.
La revisión de los materiales y de los campamentos excavados por Schulten ha continuado a lo largo de la década de los noventa, con los trabajos de Martin Luik, que ha llevado a cabo la catalogación de los materiales de los campamentos del Rómisch-Germanischen Zentral-Museum de Maguncia, revisando los materiales relacionados con el armamento y está llevando a cabo el levantamiento topográfico e interpretación del Campamento V de Renieblas en colaboración con los profesores P. Breuer y D. Müller de las Escuelas Técnicas Superiores de Stuttgart y Karlsrhue, en colaboración con el Plan Director de Numancia (Luik, 1997a, 1997b, 1999).
Finalmente, se han realizado propuestas sobre la necesidad de integración de las diferentes fuentes para abordar con más garantías el estudio conjunto de Numancia y los campamentos, así como sobre la escasa consistencia arqueológica que ofrecen algunos lugares propuestos por Schulten para ubicar los campamentos y la que ofrecen otros lugares del entorno de Numancia (Jimeno y Martín, 1995; Morales, 2000).
LOS TRABAJOS DE SCHULTEN
La historia de Numancia atrajo, a principios del siglo xx, el interés de los investigadores europeos, como Schulten, que en una segunda visita a España, en 1902, traía como objetivo visitar Numancia y comprobar sobre el terreno la detallada descripción de Apiano del cerco de Escipión (Schulten, 1953: 15), prefigurando ya sus excavaciones en Numancia, para las que contó con la inestimable información y apoyo de Saavedra (Mañas, 1983: 288-289 y 400-433).
Schulten en su solicitud de excavación no expresó claramente la zona donde iba a realizar sus trabajos y el problema a resolver, ya que en su memoria de 1905 expuso su deseo de desenterrar los siete campamentos de Escipión, cuya situación aproximada señala sobre los planos de Saavedra (Schulten, 1953: 16); esto mismo había comunicado en una carta a Saavedra, en la que le decía que proyectaba "hacer excavaciones en Numancia en el mes de Agosto para encontrar la circunvalación de Escipión". Pero en contra de estos planteamientos centró sus excavaciones en la propia Numancia. Todo hace sospechar que el investigador alemán jugó con una cierta indefinición sobre el lugar de excavación y planteó su interés sobre el estudio del cerco de Numancia, porque dudaba que le dejasen excavar en la ciudad, pero al no encontrar impedimento aprovechó esta oportunidad por considerarla más interesante (Mañas, 1983: 298).
Schulten llegó a España en 1905 en compañía del arqueólogo Kóenen, del Museo de Bonn, con experiencia en excavación de campamentos romanos, y con una dotación de 1500 marcos de las Academias alemanas (Góttingen y Berlín), bajo el patrocinio del Kaiser Guillermo II (nombrado coronel honorario del Regimiento de Dragones de Numancia) e inició las excavaciones en la ciudad a partir de 12 de agosto. Estos trabajos coincidieron con la inauguración en Numancia del monumento erigido a los Héroes Numantinos por el mecenas soriano Ramón Benito Aceña e inaugurado por el Rey Alfonso XIII, lo que les proporcionó una amplia repercusión. Pero su enfrentamiento con el periodista Pérez Rioja, al que expulsó de Numancia; su incumplimiento de depositar los materiales hallados en Numancia en la Diputación de Soria, mandándolos a Alemania, y sus malos modos, conllevó una reacción social en su contra, solicitando que las excavaciones en Numancia fueran hechas por españoles (Gómez Santacruz, 1914:-55-59; Jimeno y Torre, 1999). Así, para los trabajos en la ciudad de Numancia se nombró una Comisión de Excavaciones Arqueológicas, que desarrolló su labor desde 1906 a 1923, de la que fueron alma los arqueólogos José Ramón Mélida y B. Taracena (VV.AA., 1912; Mélida, 1922; Mélida Taracena, 1924; Taracena, 1941).
Schulten pudo seguir excavando y consiguió permiso, para 1906, por la intervención de Saavedra y su promesa de devolver los materiales, que habían sido enviados a Alemania (Mañas, 1983: 301), aunque, a partir de este momento Schulten centró sus trabajos, entre 1906 y 1912, en los campamentos romanos, localizados en el Talayón del cercano pueblo de Renieblas, y en las instalaciones militares del cerco de Escipión en torno a Numancia (fig. 3).
Los campamentos de El Talayón o Gran Atalaya de Renieblas
A siete kilómetros de Numancia, en el cerro de El Talayón (Gran Atalaya a partir de la traducción de Schulten) de Renieblas excavó, desde 1908 a 1913 restos de cinco campamentos romanos, contiguos y en parte superpuestos. Los dos primeros serían obra del ejército de Catón y del año 195 a.C., capaces tan sólo para una legión. El tercero, del tiempo de Nobilior, del año 153 a.C., edificado siguiendo en 1o esencial el modelo polibiano. Los campamentos cuarto (quizás de verano) y quinto (quizás de invierno) son coetáneos y acaso del mismo general. Sitúados en gran parte en la llanura, parecen construidos después de la ciudad de Numancia, acaso en los años 75 y 74, consecuencia de las guerras sertorianas. Actualmente se está llevando a cabo la revisión de estos campamentos por el Instituto Arqueológico Alemán en colaboración con el Plan Director de Numancia (Luik, 1997 y 1999; Breuer et alii, 1999). Estos campamentos fueron descubiertos por Schulten en 1908. Con anterioridad Eduardo Saavedra había relacionado estas ruinas con parideras para el ganado, ya que aprovechando los muros y los cimientos romanos se habían construido encerraderos (Saavedra, 1861: 32). El campamento de Nobilior es el mejor conservado de los cinco, ya que está asentado en un cerro estéril y no afectado por los trabajos agrícolas que han destruido grandes trozos del campamento V. Schulten llevó a cabo el desescombro de los derrumbes de piedra de los muros, y fue descubriendo las líneas de los cuarteles y otras construcciones del campamento (fig. 4).
La circunvalación y los campamentos escipiónicós
Schulten (1945: 168) partió de la información proporcionada por Apiano (se lamenta de que ésta no fuera tan exacta como la proporcionada por Josefo para Massada). Según Apiano, tras la campaña contra los vacceos avanzó Escipión para invernar en la región de Numancia. "No mucho después habiendo instalado sus dos campamentos cerca de Numancia, puso el uno a las órdenes de su hermano Máximo, y el otro bajo su propio mando". Como los numantinos incitaran a los romanos a entablar batalla, prefirió encerrar a los numantinos y rendirlos por hambre. "Por lo cual, levantó 7 castillos alrededor de la ciudad y empezó el asedio" y ordenó rodear la ciudad con un foso y una valla. "El perímetro de Numancia era de 24 estadios; el de la valla más del doble". Cuando tuvo esta obra acabada, para una mejor protección, más allá de esta fosa y a poco intervalo construyó otra, guarneciéndola de estacas, y levantando un muro de ocho pies de ancho y diez de alto, sin contar las almenas. Se levantaban torres por todas partes, a un plethro (30 m) de distancia unas de otras. "Y no siendo posible cercar la laguna cercana, construyó a través de ella una valla de la misma altura y anchura, para suplir la muralla". En lugar de puentes sobre el Duero construyó dos castillos, desde los que tendió vigas de madera, atadas con cuerdas sobre la parte ancha del río; clavadas en ellas había muchos hierros agudos y dardos (Schulten, 1937: 296-297).
Schulten indica que a pesar de la poca concreción facilitada por los textos clásicos, "con los trozos conservados y la disposición del terreno se puede construir la línea de bloqueo de Escipión con precisión suficiente", ya que "en la parte bañada por los ríos y acompañada por alturas, la circunvalación está determinada por la topografía misma" (Schulten, 1945: 161-162). De hecho, en su primer escrito sobre Numancia, el año 1905 (antes de iniciar sus excavaciones), ya señaló la probable situación de los campamentos, y a excepción de uno, el de Castillejo, para todos los demás halló restos en los sitios indicados. Esto le llevó a afirmar que la disposición del terreno determinó el curso de la circunvalación y que los cerros de laderas escarpadas, separadas de Numancia por los ríos Duero y Merdancho, a modo de fosos naturales, parecen haber sido creados ex profeso para la instalación de una línea de bloqueo.
El texto de Apiano no deja claro si los dos campamentos iniciales formaban parte del cerco o no. No obstante, Schulten juega con el número total de 9 instalaciones militares. Sitúa los dos campamentos principales en El Castillejo, donde se instalaría Escipión, y en Peña Redonda, en el que situó a su hermano Máximo; añadió a éstos otros 5 campamentos más en Alto del Real, Dehesilla, La Rasa, Valdevorron y Travesadas; así como los 2 castillos ribereños, que situó en La Vega, donde se une el río Tera al Duero, y en El Molino de Carrejo, donde se une el Merdancho al Duero (fig. 8).
Los campamentos del Castillejo y Peña Redonda, situados diametralmente opuestos, ofrecían la mejor posición para la defensa de toda la empalizada y mayor control visual (figs. 5 y 6). Schulten do-cumentó restos de la muralla del cerco, que mediría unos 9000 m. (48 estadios) entre el castillo ribereño del Molino y el campamento de la Dehesilla, luego entre Dehesilla y Alto Real, entre el Castillejo y Valdevorron y entre el Merdancho y Peña Redonda; el resto la dedujo de la posición del terreno y la topografía. La anchura de la muralla en los sitios donde se había conservado era de unos 4 m (Apiano da la medida de 8 pies, 2,40 m), pero Schulten entiende que se refiere al remate de la muralla, y la altura sería de 10 pies, unos 3 m, sin contar el parapeto. Entre El Molino y La Dehesilla encontró huellas de las torres de madera del cerco (de dos pisos, el de abajo para catapultas y el de arriba para las señales), restos de los agujeros u hoyos para los postes; los dos anteriores junto a la muralla y los posteriores a unos 5 m. Tenía la torre aproximadamente una superficie de unos 4 x 5 m, lo que permitiría situar dos catapultas (cada una de 2 x 1,5 m) (fig. 7).
La distancia calculada por Schulten entre el cerco y el cerro numantino sería de 100 a 300 m, entre Alto Real y Dehesilla (las catapultas tenían un alcance de unos 300 m), aumentando a 600 m en las alturas del Merdancho, pero en el campamento de Peña Redonda desciende a 200 m. Por el contrario, en la llanura oriental es de 500 m en el campamento de Valdevorrón y de 1000 en el Castillejo, que explica Schulten por no estar esta zona protegida naturalmente y necesitar espacio de visión. La laguna con una longitud aproximada de unos 700 m, todavía se reconoce entre los campamentos de Valdevorrón y Castillejo; su anchura de unos 100 m sería atravesada por la valla citada por Apiano, de la misma anchura y altura que la muralla. Del foso no ha quedado resto, aunque Schulten piensa que estaría solamente en la llanura oriental, ya que en el resto era suplido por las pendientes naturales y cauce de los ríos.
Gómez Santacruz versus Schulten
El Abad Gómez Santacruz (1914) en su libro "El Solar Numantino" refutó los trabajos de Schulten y planteó, por un lado, la contradicción existente entre el seguimiento incondicional de la narración que el autor alemán hace de Apiano, sólo por creerla tomada de Polibio (testigo presencial y amigo de Escipión), y, por otro, se pregunta ¿por qué el investigador alemán, que acepta en todas sus partes la narración de Apiano, confunde los términos campamento y fuerte utilizados diferenciadamente por este autor?
Gómez Santacruz consideró incorrecta la interpretación que Schulten realiza del número de cam-pamentos citados por Apiano, ya que éste afirma que Escipión construyó "dos" campamentos lo más inmediato que pudo a Numancia. Le sorprende a Gómez Santacruz que el profesor alemán, que asume en todas sus partes la narración de Apiano, no diferencie el distinto significado en griego y en latín de los términos campamento y fuerte. Aducía el Abad que Schulten no había entendido lo que dice Apiano, que afirma que Escipión edificó dos campamentos y siete fuertes, por lo tanto debió haber buscado en las inmediaciones de Numancia dos campamentos y siete fuertes y no sólo siete campamentos como interpreta el profesor alemán.
En relación con la primera cuestión, trató de demostrar Gómez Santacruz que lo que había encon-trado Schulten en lo que llamaba las alturas que rodean a Numancia, denominadas Castillejo, Alto Real, Dehesilla, Rasa, Peña Redonda, Valdevorrón y Travesadas, no eran todos campamentos ni todos estaban en alto; y que la narración de Apiano, dada la topografía del terreno que ocupa la colina y sus inmediaciones, es en muchos puntos inadmisible, por lo que concluye afirmando, o que no se remonta, como afirma el profesor alemán, a Polibio, testigo presencial del sitio, o que este testigo presencial desfigura los hechos y, por tanto, que la narración de Apiano no merece completa fiabilidad. Entiende Gómez Santacruz que Polibio, interesado, sobre todo, en resaltar el triunfo de su protector y amigo íntimo Escipión, exageró los trabajos que hizo el general romano en las inmediaciones de Nu-mancia para "embellecer el relato y agigantar las proporciones de la hazaña", recurriendo a la autoridad de Tito Livio, que indica que este proceder era cosa corriente en los generales e historiadores de entonces.
El Abad aduce que Schulten buscó sus siete campamentos, en vez de buscar los dos campamentos y los siete fuertes que menciona Apiano, precisamente donde era materialmente imposible que Escipión los construyera, ya que interpreta que las zonas del Castillejo y Peña Redonda eran barrio de Numancia. De Travesadas y Valdevorrón, que están al Este de Numancia, encontró vasos numantinos, muros y restos del incendio de la ciudad, por lo que entiende que esos dos fuertes, Travesadas y Valdevorrón, estaban dentro del recinto de Numancia, por lo que sería necesario admitir que el cónsul acampó dentro de la ciudad y antes de sitiarla. En cuanto a La Rasa comenta que allí aparecen sólo los cimientos de cuatro muros que cerrarían un recinto de aproximadamente 1.800 metros superficiales, lo que lleva a dudar sobre su condición de campamento. Sobre el Alto Real y Dehesilla indica que son los únicos que ofrecen alguna defensa natural y ocupan una posición estratégica; pero, en el primero, solamente encontró restos de muros tan escasos como informes, y algunos fragmentos de cerámica que el profesor alemán juzga romana, concluyendo que si en cualquier sitio que se encuentren restos de muros y cerámica romana hay que admitir la existencia de un campamento de Escipión, dice que no siete, sino setecientos campamentos se podrían descubrir en las inmediaciones de Numancia.
En relación de los planteamientos de Gómez Santacruz hay que destacar el acierto de su observación sobre la confusión por Schulten de los términos campamento y fuerte. Pero no es asumible hoy su argumentación sobre los límites de la ciudad, ya que planteaba una extensión tan grande de Numancia que consideraba urbanas las zonas de Travesadas y Valdevorrón e interpretaba como barrios de la ciudad El Castillejo, a un kilómetro, o Peña Redonda, al otro lado del río Merdancho. Pero esta crítica era válida referida a Schulten, ya que este autor, junto con los demás investigadores del momento, asumía una enorme extensión de la ciudad, apoyándose en los datos de Apiano.
Así, Apiano indica para el perímetro de Numancia unos 24 estadios (Mélida, 1922: 170) que, con la equivalencia de 185 metros por estadio, suponen un total de 4440 m de perímetro, resultando una superficie de unas 150 ha, lo que no responde a la realidad de la topografía y la documentación arqueológica. La extensión de este perímetro, abarcaría desde el Duero hasta el Este de Valdeborrón y desde la iglesia de Garray al caserío de Carrejo. Así, Schulten ajustándose al texto de Apiano imaginaba a Numancia sin defensa exterior, alcanzando hasta la confluencia del Duero y el Merdancho e incluyendo el arrabal de Saledilla, dedicando el terreno de las vertientes hasta un total de 93 hectáreas para acoger los pueblos refugiados y coronada por una acrópolis murada de 7,2 hectáreas (Schulten, 1905 y 1945). Esta interpretación fue compartida en general y así lo expresaba Mélida (1922: 173), cuando decía "es bien admisible la común opinión, fundada en esas mismas circunstancias, de que en la meseta debió vivir la parte principal de la población, y en las vertientes la población rural y el ejército".
Esta mayor extensión, se quiso ver confirmada por el hallazgo de restos de casas y calles en la vertiente oriental norte, junto a la ermita de los Mártires y, aún más abajo, al lado del actual cementerio de Garray. La consideración de estos hallazgos llevó a conjeturar un cálculo para la extensión de la ciudad de más de 1000 m de Norte a Sur, y de unos 800 de Este a Oeste, suponiendo que la vertiente occidental y sur, por sus características, no debieron permitir fácilmente la expansión del poblado; pero sí se interpretaron como cuadras de la ciudad los restos descubiertos al sudeste, junto a la finca de Carrejo, en la vega del río Merdancho. Pero lo hallado en esta zona se limitaba al algunos bocados de caballo y elementos de arreo, que ahora sabemos que corresponden a restos de la necrópolis celtibérica.
Los datos aportados por Apiano y Orosio y los cálculos realizados en la bibliografía tradicional sobre la superficie ocupada por Numancia están lejos de ajustarse a la evidencia arqueológica, ya que ni la ciudad alcanza las 22 ha, planteadas por Taracena como más ajustadas a la realidad arqueológica, ni mucho menos las 150 ha, que se deducen del perímetro dado por Apiano. Los estudios actuales (Jimeno y Tabernero, 1996), ajustados a las evidencias arqueológicas, sobre la extensión de las diferentes ciudades superpuestas, proporcionan una valoración bastante diferente de aquélla; así la ciudad del 133 a.C. tendría una superficie de casi 8 ha (7,6 ha y 7,2 ha para Schulten); la del siglo i a.C. estaría próxima a las 9 ha y la romana imperial alcanzaría las 11 ha; aunque habría que añadir a la ciudad del 133 a.C., probablemente una zona no construida entre el muro defensivo localizado en la ladera y el núcleo urbano (nunca superior a las 4 ha), y a la ciudad imperial romana una superficie, de difícil valoración, ocupada por asentamientos artesanales y el arrabal de Saledilla, fuera del recinto murado, en la zona Este (no menos de 5 ha).
o Las revisiones posteriores
Los trabajos que posteriormente recogieron y trataron el cerco de Numancia han seguido, por lo general, la propuesta de Schulten; no obstante, resulta significativo el resumen-valoración, que Taracena incluye en su Carta Arqueológica de Soria (1941: 81-82), indicando que las excavaciones del investigador alemán proporcionaron algunos restos del muro de circunvalación hecho por Escipión, obra de cuatro metros de espesor máximo defendida hacia la ciudad por torres cada 10 y aún cada 20 y 24 metros; ruinas bien definidas en Peñarredonda (al sur de Numancia), donde se apreciaban los cuarteles de caballería y las casas de los Tribunos; restos en Castillejo (al Norte de la ciudad), donde se superpusieron los campamentos de Marcelo, Pompeyo y Escipión, conservando el primero las plantas del Pretorio y casa del Tribuno; restos informes del llamado puesto de artillería de Valdevorrón (al Este) y de los fuertes de Travesadas (al Nordeste) y Dehesilla y Alto Real (al Oeste); muros bien distribuidos y conservados del castillo ribereño del Molino (al Sur, junto al río Merdancho) y algo de los supuestos de Vega y Saledilla al Noroeste y Nordeste, respectivamente. Además, documentó una villa en Peñarredonda y otra en Peñas Altas de época imperial, otra entre este sitio y Contadero, en el Merdancho, y edificios muy destruidos en Valdelilo; así como restos de la vía romana en Travesadas (Morales, 198S y 1995: 127-191). En esta descripción de Taracena se observa como diferencia entre campamentos y fuertes, sin duda por la influencia de los planteamientos de Gómez Santacruz, y cómo relativiza los restos encontrados y la deficiente información de algunos de los lugares propuestos por Schulten.
El investigador alemán localizó nueve instalaciones militares romanas de las cuales, según Sanmartí y Principal (1997: 2) sólo seis son seguras, ya que la revisión que realizan de los materiales muebles conservados en el Rómisch-Germanisches Zentralmuseum de Maguncia y las prospecciones realizadas sobre el terreno no aportan materiales muebles o inmuebles en los lugares de la Rasa, Alto del Real y Dehesilla. En este último cerro, Schulten excavó restos de una potente muralla, de 4 m de espesor, que encerraba una superficie de 14 a 16 Hectáreas, aunque los materiales recogidos corresponden a ce-rámicas romanas altoimperiales. No obstante, se han hallado, posteriormente, algunos restos de ánfora correspondientes al momento del cerco (Morales, 1995: 147).
Sanmartí y Principal comentan también las localizaciones de Saledilla y Valdelilo, ya que Schulten consideró inicialmente el primer lugar como un barrio de Numancia (Schulten 1908: 140) pero, poste-riormente, cambió de opinión, y pensó que se trataba de un establecimiento militar dejado por los romanos tras la toma de la ciudad (Schulten, 1909: 6); en este sentido se posicionan estos autores (San-martí, 1992: 419; Sanmartí y Principal, 1997; Principal, 2000: 276), aunque ha sido también interpre-tado como un asentamiento tardocelubéríco del siglo i a.C. y de época altomperial (Morales, 1995: 166). En Valdelilo, pequeña elevación situada hacia el norte del cerro de Peñas Altas, fueron decubiertas construcciones con materiales correspondientes a una villa altoimperial del siglo i-ii d. de C. (Morales, 1995: 171-173), pero entre los materiales recogidos pudieron estudiar material de importación (Sanmartí y Principal, 1997: 4) (fig. 8).
Según Schulten, Alto Real deparó claras huellas del campamento, con el hallazgo de vasos romanos, entre los que destaca un ánfora; pero indica que los muros descubiertos están mal construidos y destrozados por el cultivo, siendo irregulares estructuras que relaciona con tropas ibéricas auxiliares. Sanmartí en su revisión no halló ningún material de este lugar que corresponda al cerco, deduciendo que no existen hallazgos muebles ni inmuebles que apoyen esta localización. No obstante, existen materiales ánfóricos claros en la Peña Judía, próxima al Alto del Real, que sí pueden corresponder a uno de los establecimientos militares del cerco (Jimeno y Martín, 1995: 188; Morales, 2000: 235).
Por lo tanto, la numismática y los restos de cerámica importada y material anfórico (tipos Dressel 1A y Campamentos Numantinos), aportan mayor seguridad a los lugares de Peñarredonda, Castillejo, Valdevorrón, Travesadas y el Molino de Carrejo (Sanmartí, 1985; Jimeno y Martín, 1995; Sanmartí y Principal, 1997). A estos lugares se unen con restos cerámicos la Vega, Valdelilo, Peña del Judío y De-hesilla, con algún fragmento anfórico (Morales, 1995: 147). Más problemáticos resultan los restos de la Rasa y Alto Real.
Utilizando la diferencia en el texto de Apiano entre campamentos y fuertes, ya destacada por Gómez Santacruz, Morales (2000 y 2001) ha realizado, recientemente, una nueva revisión de los planteamientos de Schulten, haciendo "una interpelación más completa y exacta" del texto de Apiano, aferrándose a la "Habilidad, detallismo y exactitud que caracterizan la obra de Polibio, testigo presencial de los hechos que narra, así como la Habilidad con que Apiano nos la ha transmitido, los datos que encontramos en este texto sobre la construcción del cerco de Numancia pueden aceptarse como totalmente fiables" (fig 8).
Pero Apiano no da ninguna exactitud sobre los lugares donde se situaron los campamentos, ni los fuertes, ni sobre la extensión y características de cada uno, por lo que su "fiabilidad" se limita, como mucho, al número de campamentos, fuertes y castillos ribereños, por lo que es evidente que este aspecto es necesariamente interpretable. A esto hay que añadir que la "recopilación" de Apiano del texto de Polibio se realiza casi trescientos años más tarde, ya que escribió su "Historia de Roma" en la primera mitad del siglo II d.C, en un contexto social, político e ideológico diferente y con una perspectiva distinta de la que existía en Roma en época de Escipión y Polibio.
Según se deduce del texto de Apiano, después de la campaña contra los vacceos, desde el país de los caucenses avanzó para invernar en la región de Numancia (donde se le unió Yugurta con 12 elefantes, saeteros y honderos), ocupado siempre en algún saqueo y en devastar los campos de alrededor. Después instaló sus dos campamentos cerca de Numancia. Pero como los numantinos incitaran a los romanos a entablar batalla, prefirió encerrar a éstos y rendirlos por hambre. Por lo cual, levantó 7 castillos alrededor de la ciudad y empezó el asedio; además, para controlar los ríos construyó dos castillos, es decir, se habla de un total de once instalaciones militares.
Un problema inicial se centra en la ubicación de los dos campamentos, citados por Apiano sin mayor precisión, como situados cerca de Numancia, que Schulten determina en Castillejo (al frente de Escipión) y Peña Redonda (al frente de Máximo). Pero no deja claro si estos campamentos o alguno de ellos formaban parte del cerco o quedaban en la retaguardia inmediata para controlar mejor el dispositivo de asedio. En este esquema hay que tener en cuenta la revisión llevada a cabo de los materiales y, sobre todo, de las monedas de los campamentos del Talayón de Renieblas, documentando que el campamento V, atribuido por Schulten a las Guerras Sertorianas, tuvo ocupación en época de Escipión (fig. 4).
El estudio de las monedas del campamento V, realizado por Hildebrandt (1979: 238-271), puso al descubierto los problemas para fijar la cronología de los dos últimos campamentos instalados en el Talayón de Renieblas, referidos por Schulten a las Guerras Sertorianas. Los datos aportados por las monedas, a excepción de una datada en el 108-107 a.C., apuntan a época escipiónica (135 a 130 a.C). Esta cronología se vio apoyada por la revisión de los materiales cerámicos, en un primer momento de las ánforas tipo Campamentos Numantinos (CC NN), luego los restos cerámicos del campamento V (Sanmartí, 1985 a: 130-161; 1985 b: 133-141; 1992: 417-430), posteriormente el estudio de las cerámicas de importación procedentes de los campamentos numantinos (Sanmartí y Principal, 1997), datando los campamentos IV y V de Renieblas en época escipiónica. A estos trabajos hay que añadir el realizado por Romero Carnicero (1990: 257-296) sobre las lucernas de los campamentos numantinos, estableciendo coincidencia de ejemplares entre las instalaciones del cerco escipiónico y los campamentos de Renieblas.
No obstante, otros trabajos apoyan la datación sertoriana de los campamentos IV y V de Renieblas. Así, el estudio de las fíbulas tipo Alesia (Luik, 1997) y según Morales (2000: 238) la "glans plúmbea inscripta" de Q. SERTO PROCOS, citada en prensa, hablan a favor de una datación más tardía; en menor medida, la moneda citada anteriormente, fechada en el 108-107 a.C. En este sentido, pueden ser esclarecedores en un futuro inmediato los trabajos topográficos, que se han venido realizando por un equipo del Instituto Arqueológico Alemán (Breuer et alii, 1999), en colaboración con el Plan Director de Numancia, sobre el Campamento V, iniciados en 1997 y recientemente concluidos, que pro-porcionaran la información de sus aspectos constructivos, así como su estructura y organización. Por lo tanto, una de las cuestiones es determinar el papel que jugó el campamento de Renieblas, situado a 7 km de Numancia y con un excelente control sobre el entorno numantino. Es necesario concretar si sólo tuvo una ocupación esporádica, como apoyo a la llegada de Escipión, o estuvo en funcionamiento mientras se construyeron los campamentos, fuertes y cerco en torno a Numancia, para ser abandonado a continuación o, si por el contrario, este establecimiento fue significativo en el dispositivo del cerco escipiónico.
El abandono de Renieblas resulta problemático, ya que la superposición de campamentos en este cerro (la elevación mayor en las inmediaciones de Numancia), desde el inicio de los conflictos bélicos en esta zona, apoya la importancia estratégica que tenía este emplazamiento para el control del territo-rio numantino por los ejércitos romanos, así como por su situación y comunicación más directa con el Valle del Ebro, a través de la ciudad de Arecoratas (Muro de Agreda?). Por lo tanto, tenía la posibilidad de controlar todo el cerco desde una retaguardia próxima, convirtiéndose en una pieza importante de apoyo y con su ocupación impedían, sobre todo, que este lugar favorable fuera utilizado por posibles enemigos. Además, un contingente militar de la envergadura del cerco de Numancia necesitaba un campamento de retaguardia e, incluso, se plantea la posibilidad de su continuidad después de la toma de Numancia, ya que la presencia de cerámicas de barniz negro en Renieblas V, fechadas en el tercer cuarto del siglo u (150-125 a.C), así como la referencia numismática, antes referida, apoyan esta posibilidad (Sanmartí, 1992: 419; Principal, 2000: 276). La continuidad de algunos establecimientos romanos para asegurar la conquista del territorio resulta lógica; así, junto a Renieblas V, se ha apuntado la posibilidad de que Saledilla fuera un puesto militar dejado por los romanos tras la toma de la ciudad (Sanmartí, 1992: 419), ya que su proximidad a la ciudad habría hecho imposible el mantenimiento de tropas en este sitio (Schulten, 1909: 6).
La referencia de estos trabajos y algunos hallazgos de cerámicas realizados han dado pie para plan-tear algunas rectificaciones en la interpretación de los campamentos y fuertes del cerco escipiónico, aunque manteniendo básicamente las líneas generales, tal como las trazó Schulten, con los campamen-tos principales en Castillejo y Peña Redonda, y asumiendo el mismo esquema de circunvalación y los lugares propuestos por el investigador alemán, a excepción de la Rasa (sustituido por cerro Cañal), e incorporando dos nuevos cerros o lugares, para completar los siete fuertes citados en el texto de Apiano: uno al Oeste, Peña Judía, entre los fuertes de Alto del Real y Dehesilla; otro al Este, Valdelilo (del que se conoce material de importación de las excavaciones de Schulten, estudiado por Sanmartí y Principal), entre el fuerte de Valdevorrón y el campamento de Peña Redonda (Morales 2000 y 2001) (fíg. 8).
CONCLUSIONES: A MODO DE REFLEXIÓN
El estudio de los materiales hallados en el entorno de Numancia, sobre todo las ánforas y las cerá-micas de importación, ha contribuido enormemente a establecer uno de los parámetros esenciales, como es el establecimiento de una cronología fiable para la investigación del complejo campamental romano. Pero el panorama expuesto anteriormente permite formular algunas preguntas: ¿en todos los lugares del entorno de Numancia en los que se encuentre algún resto cerámico, de la época del cerco, se debe situar un establecimiento militar?; en este sentido iba la crítica de Gómez Santacruz contra Schulten, diciendo que no siete, sino setecientos campamentos se podrían descubrir en las inmediaciones de Numancia (Gómez Santacruz, 1914: 93-97). Otro tema es el papel jugado por el campamento V de Renieblas en la estrategia de Escipión sobre Numancia. Por otro lado, ¿cómo se explica que algunos fuertes, cuyo término implica una menor extensión que la de campamentos, como Valdevorrón y, sobre todo, Dehesilla (si se admite su cerco murado de 16 Ha) ocupen una superficie tan grande o mayor que la de los campamentos principales de Castillejo y Peña Redonda? Finalmente, cabe hacerse la pregunta sobre la total fiabilidad del relato de Polibio que transmite Apiano. No ponemos en tela de juicio esta información, pero es evidente que la "imprecisión" de sus datos, en relación con el número y ubicación de las instalaciones militares del cerco escipiónico, conlleva inevitablemente la necesidad de hacer diferentes lecturas e interpretaciones.
Otro aspecto a abordar en el futuro es el de las reconstrucciones que Schulten realizó de los campamentos, centrándose en aquéllos que proporcionaban mayor información, como el campamento III de Renieblas y El Castillejo y Peña Redonda del cerco numantino, a los que aplicó el modelo campamental polibiano, pero que dista bastante de la realidad arqueológica observada (fíg 6).
Es necesaria una metodología que supere la convencional prospección del terreno y la fácil ecuación, pero excesivamente simple, de donde se encuentren restos cerámicos de época escipiónica, necesariamente debe de situarse un campamento. La información de los trabajos de prospección convencional debe de contrastarse con otras técnicas de trabajo que permitan definir esta información, para poder determinar la entidad, extensión y características del yacimiento.
Se requieren nuevos enfoques en la investigación con la utilización de la base cartográfica analógica y digital; así como de nuevas técnicas de muestreo, como la documentación fotográfica aérea y de satélite con relación a tomas de infrarrojos para la revisión, individualización y descripción de las estructuras que componen el cerco romano; de las tomas fotogramétricas aéreas para lectura estereoscópica, que permita realizar levantamientos topográficos y control de microrrelieves; de las tomas de infrarrojo termográfico, realizadas con scanners con detectores fotovoltáicos para analizar el contenido de humedad del subsuelo, para la interpretación de las estructuras arqueológicas; de las tomas espaciales, manipulación de imágenes a través de la modificación del color, del tratamiento numérico o digitalización y del filtraje óptico. Toda esta información proporcionará la base inmejorable para llevar a cabo un tratamiento del conjunto de la información en SIG, que permitirá el estudio de la ubicación lógica de los campamentos, de su visibilidad e intervisibilidad y del control que ejercen sobre Numancia, proporcionando la información necesaria para llevar a cabo la contrastación, que permita confirmar o rechazar las propuestas planteadas.
LA PRESENTACIÓN ACTUAL DE LOS CAMPAMENTOS Y EL CERCO ROMANO
La Dirección General de Patrimonio y Promoción Cultural de la Junta de Castilla y León, desde 1994 viene desarrollando un Plan Director, que tiene como misión coordinar el conjunto de actua-ciones (conservación, restauración, junto a las de investigación, didáctica, difusión e infraestructura general) a acometer en Numancia y en los campamentos romanos y cerco de Escipión. Una vez en-cauzados los trabajos en la ciudad, ha llegado el momento de abordar la investigación de este importante tema, que permitirá en el futuro aproximar a los visitantes a la explicación y visualización espacial del cerco romano de Escipión (Jimeno 2000).
o Mesa de cemento y señalización de los campamentos del cerco
Actualmente, la información a los visitantes sobre este tema es un tanto exigua y poco clara, ya que se cuenta solamente con la mesa de cemento, que muestra el cerco de Escipión con la situación de los campa-mentos, según la interpretación de Schulten, instalada en 1976 por la Excma. Diputación de Soria, con motivo de la conmemoración del XXI Centenario de la Epopeya Numantina, que ayuda a situar visualmente la posición y orientación topográfica de los campamentos, cuya señalización con hitos blancos ha sido renovada recientemente para su mejor visualización desde Numancia. Los trabajos de investigación planteados más arriba permitirán una presentación más acorde y con los medios técnicos actualizados.
o Aula Arqueológica de Garray
Complemento importante y referencia para la información sobre el cerco de Numancia es el Aula Arqueológica instalada en Garray, por el Ayuntamiento de esta localidad, situada al pie de Numancia.
Dos culturas enfrentadas
El Aula Arqueológica, realizada por la empresa arqueológica Areco, está instalada en las antiguas escuelas de Garray, que de esta manera mantienen su capacidad de enseñar una parte singular de su legado histórico. El Aula consta de dos salas en las que se han recreado las dos culturas o mundos enfrentados: el numantino o celtibérico, que ocupa la primera, y el romano, instalado en la segunda, aparecen separados simbólicamente por la recreación de la muralla (vallum) del Cerco Romano, que es necesario atravesar para pasar de un espacio a otro.
o Sala Celtibérica
Esta Sala, que recrea el mundo militar y funerario, está presidida por el ejército numantino, que dejando atrás la muralla de la ciudad se dirige al asalto del Cerco. La maqueta, que ocupa el centro de la sala, y los diferentes paneles permiten conocer las características topográficas de Numancia y del Cerco Romano, así como la manera de hacer la guerra y su importancia en el mundo celtibérico. Finalmente, a través de la muralla se puede penetrar en el ritual funerario del guerrero celtibérico.
Antes de atravesar la muralla de estacada de madera, que simboliza el Cerco Romano, un guerrero numantino ofrece sus armas como ayuda para pasar al otro lado.
o Sala Romana
Esta Sala, que recrea el mundo militar de la época, está presidida por una gran escena que simula al ejército romano defendiendo el Cerco, que deja atrás un campamento, simbolizado en la reconstrucción de un barracón de legionario, al que se puede entrar y saludar a su ocupante, para ver su vestido y armamento. Los paneles explicativos amplían esta información sobre la milicia romana. La maqueta del centro de la Sala reproduce en detalle los aspectos más destacados de uno de los campamentos romanos del Cerco y un vídeo aporta la información necesaria para conocer las características de las legiones romanas y sus movimientos tácticos.
Un panel final explica la leyenda y realidad de la caída de Numancia después de veinte años de enfrentamiento y once meses de asedio, que la convirtieron en mito y símbolo de la lucha de un pueblo por su libertad.
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